Cuando estuve en Gion tuve la suerte de que mi cuñado me avisara de la presencia de una Geisha que bajaba de un coche. Yo estaba a lo mio, haciendo fotos a carteles, letreros, epatada por la extrema limpieza de la ciudad entre muchas otras cosas.

Fui corriendo, cual paparazzi que persigue al príncipe Harry. No sabía bien cómo actuar, si me dejaría hacerle la foto, si tenía que hacer una reverencia o pedir permiso. Así que intenté cruzar mirada para pedir permiso, pero nada, no tuve respuesta así que me lancé con el riesgo de que alguien me dijera algo o me hiciera borrar la foto. Pero no fue así, ella estaba ahí, miró hacia la calle en busca de su amiga. No me lo pensé mucho, no sabía cuanto tiempo tenía, así que sin pensarlo mucho toque los tres parámetros de la cámara asegurándome un buen resultado y disparé. Estaba enfocada y parecía que a ella no le había sentado mal. Así que me giré para ver lo que ella estaba mirando y ahí estaba entre la gente, su amiga que andaba como a toda prisa con sus zuecos d madera como si de unas Nike calzara. otro disparo loco, esta vez con más ángulo para situar la escena.

Una vez conseguidos las fotos nos alejamos. En general la gente respetaba su espacio, salvo alguno que quiso invadir su espacio vital tocándoles para pedirle una foto y ellas, con el lenguaje universal de la mirada, le hicieron ver que no era posible.

Bonito y gran recuerdo de la visita a Gion.

Una ciudad también se define por la vida que hacen sus habitantes a la orilla del río.

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